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El diseño como puente entre lo que es y lo que podría ser

El diseño importa porque los seres humanos no estamos separados de nuestro entorno. Cada superficie que tocamos, las proporciones a través de las cuales nos movemos o el matiz de la luz que se filtra en un espacio, moldea silenciosamente nuestro sistema nervioso y nuestro estado de ánimo.

El diseño influye directamente sobre cómo nos comportamos porque el espacio crea permiso. Una habitación estrecha y desordenada provoca ansiedad y nos hace querer irnos. Una habitación con líneas visuales fluidas, materiales naturales y lugares tanto para reunirse como para retirarse nos dice que podemos respirar, que podemos quedarnos, que podemos conectar con otros o estar en soledad según lo que sintamos que es necesario. El entorno construido constantemente nos propone instrucciones tácitas sobre cómo actuar, seamos conscientes de ellas o no.

El diseño también es una respuesta a limitaciones y condiciones particulares como los materiales disponibles, el clima, el contexto cultural o el uso previsto, entre otras, sin oponerse a ellas, sino creando la soluciones capaces de transformar esas mismas restricciones en oportunidades.

La tragedia es que hemos olvidado que tenemos elección. Hemos aceptado entornos que nos hacen sentir perpetuamente estresados, aislados o adormecidos como si fueran inevitables. Pero cada espacio está diseñado—ya sea conscientemente con intención, o inconscientemente por defecto. Cuando diseñamos con consciencia de cómo funcionan realmente los seres humanos, podemos crear entornos que apoyen nuestros sistemas nerviosos, honren nuestra necesidad tanto de comunidad como de soledad, y nos conecten con los ritmos naturales que nos mantienen saludables.

Por eso, cuando entramos a un espacio con materiales naturales, proporciones a escala humana y flujos de luz intencionales, nuestro sistema nervioso reconoce la seguridad. La respiración se profundiza, los hombros se relajan y la mente se aclara. Esto, más que lujo, es biología. Evolucionamos durante millones de años en entornos naturales con firmas acústicas específicas, ritmos térmicos, texturas materiales particulares y nuestras células aún recuerdan este hogar.

Al final, el diseño se preocupa, sobre todo, por las relaciones–entre humano y objeto, entre interior y exterior, entre necesidad individual y bien colectivo, entre función presente y adaptabilidad futura. Yendo más allá, el diseño es una forma visible de cuidado. Es la expresión tangible de atención a las necesidades humanas, tanto prácticas como trascendentes. Es cómo usamos nuestra creatividad y habilidad para crear condiciones donde una persona pueda florecer.

El diseño como puente entre lo que es y lo que podría ser

El arte del buen vivir

El diseño es el puente entre lo que es y lo que podría ser—a través de un proceso que procura reorganizar la realidad para resolver problemas, crear significado y crear las condiciones ideales para desarrollarnos. Es el acto consciente de dar forma a la materia y al espacio para apoyar nuestra vida y nuestra consciencia. Es la intención hecha manifiesta.

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