Desde piezas únicas de colección, pasando por objetos utilitarios y decorativos, hasta propuestas industriales, el vidrio ha acompañado al ser humano durante siglos. Su origen se debate entre un accidente entre la arena y el fuego o una invención del hombre, pero lo cierto es que está presente en nuestra vida diaria: en las ventanas que nos protegen, en el vaso de nuestra bebida preferida o exhibido como obra de arte.
Para Santiago Gil Durán, artista del vidrio radicado en Medellín, soplar vidrio es un acto visceral:
“Es una meditación que integra mente, cuerpo y alma. En la creación de una pieza se pueden ir desde veinte minutos en un vaso hasta cuatro horas en un jarrón, siempre frente a un horno a mil doscientos grados y en constante actividad”.
La técnica del soplado manual es la más cercana al arte. “Dependiendo de la calidad del vidrio, los pigmentos y las temperaturas, se generan miles de posibilidades”, asegura Gil Durán, quien invita a valorar cada pieza:
“La próxima vez que se quiebre una copa, que duela más el vidrio que se rompió que el vino que se derramó”.
El vidrio reciclado, con sus imperfecciones, abre camino a la creación de piezas únicas, transformando los defectos en belleza artesanal.
Palabras y fotografía: Mónica Barreneche